Y por eso la luna…

Pasó el séptimo día, Dios vio que el descanso era bueno y aunque toda su creación le fascinaba, se puso un reto. Era el octavo día.

Trescientos años después, el Sol pudo ver que Dios estaba muy ocupado.
—¿Cómo es eso posible?, pensó; ¡El ya hizo todo lo que debía!.
La curiosidad fue más fuerte, y la estrella ideó un plan… reunió durante varias décadas algo de energía, y de pronto la expulsó.

Esto distrajo a los demás astros y le sirvió para hacer aparecer en torno a la Tierra un espejo, pues tras vigilar a Dios, se dio cuenta que prefería trabajar de noche, cuando él no estaba, pues se dio cuenta que el Sol lo espiaba.
Por medio del espejo, atestiguó lo que temía, él que se creía lo más bello e importante de la creación; Dios dedicaba cada instante de cada noche en construir los detalles de quien parecía ser una mujer, pero no estaba seguro en totalidad, el espejo estaba lo suficientemente alejado para que se distinguieran rasgos específicos.

 

El desasosiego no abandonaba al astro, que pasaba días enteros distraído contemplando el espejo, ni Prometeo logró robar su atención, estaba completamente decidido a conocer qué o a quién estaba construyendo con tanto ahínco el mismo Dios que lo hizo imprescindible para la vida.

Su plan debía cambiar, seguir siendo paciente funcionaba pues después de todo, Dios es más poderoso y no podría atentar contra él; pero sí contra su creación, y nuevamente acumuló energía, esta ocasión el objetivo era arrancar de su camino al ser al cual el Creador le había dedicado un par de milenios, pero el tiempo pasaba y nada extraordinario había ocurrido.

Hace algunos años, tu papá conoció a tu mamá al cobijo del Sol mismo, éste jamás imaginaría lo que sucedería.

Pasaron bastantes días, muchas semanas, varios meses hasta el día en el cual, ante Dios, el amor de ellos se consolidó y al paso de algunos meses, ese amor logró dividir una célula en dos, luego en cuatro, ocho… y luego 200 con muchos, muchos ceros.

Y Dios vio que era bueno.

 

El Sol llegó a trabajar un día, ojeroso y cansadísimo después de tantos años sin dormir, esperando que Dios muestre su creación y él pueda eliminarla para seguir siendo su obra más importante. Pero ya que acumulaba energía con ese fin, ésto lo demacraba más, siempre supo del riesgo, pero nunca se dio cuenta el daño que se provocaba.
Aquella jornada no fue distinta a las demás, pero cuando llegó la noche, pudo darse cuenta que Dios ya no estaba en su taller.

¡El misterio sería revelado!

Pero nada ocurrió el día siguiente.

Pasaron 37 semanas, un día mamá sintió un fuerte dolor, que significaba que habrías de llegar; acudió a un hospital, pero ella como todos no imaginaban lo que ocurriría: De la nada apareció un médico con el rostro cubierto casi en su totalidad, pidió atender el parto y se le concedió la asignación; mamá estaba sentada de forma que permitiera tu salida de su vientre ayudada por dos enfermeras.
Decidió no recibir anestesia, quería verte llegar, su ilusión más grande, comenzaron a monitorear con mayor frecuencia sus signos y llegó el momento en el cual tu cabeza, pequeña como un melón, se encontraba afuera.

 

Y se detuvo el tiempo, aunque ella puede decirte que no fue así y que sólo papá te cortó el cordón umbilical, las enfermeras te bañaron y evaluaron tu condición, aplicaron vitamina K y algunas vacunas…

 

Al salir tu cabeza, el Sol reconoció una belleza inaudita, debía actuar rápido.
Concentró su energía y la arrojó hacia el espejo que colgaba en el firmamento; el médico caminó tres pasos, abrió la ventana que daba al poniente y exhaló y soplo que contenía arena blanca.
Su arena chocó con aquella energía solar justo cuando se había impactado contra el espejo, y se endureció, fue como si naciera una canica de barro.

Esa noche el planeta completo estaba sorprendido, los animales en la tierra, el aire y el mar; los hombres de Asia y América fueron los primeros en observarla.

 

El doctor desapareció de la sala de partos, nadie lo recordaba.

El Sol soltó una lágrima, estaba arrepentido, pero le aliviaba saber que Dios había previsto su cobarde ataque.
también estaba emocionado por lo bonita que te veías apenas pocas horas después de nacer,
y suplicó perdón a Dios, juró no volver a intentarlo,
él le brindó su venia y lo reestableció a su estado original
so pena de hacer que desaparezca, si trata algo contra ti.

 

Y por eso la luna está cada noche

pendiente que el Sol siga dormido, y que tú, mi Sol, también descanses.

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